martes, 13 de diciembre de 2016

ÁRBOL DE NAVIDAD


"El árbol de Navidad enriquece el valor simbólico del belén, que es un mensaje de fraternidad y de amistad; una invitación a la unidad y a la paz; una invitación a dejar sitio, en nuestra vida y en la sociedad, a Dios, que nos ofrece su amor omnipotente a través de la frágil figura de un Niño, porque quiere que respondamos libremente a su amor con nuestro amor. 
 El belén y el árbol traen por tanto un mensaje de esperanza y de amor, y ayudan a crear el clima propicio para vivir en la justa dimensión espiritual y religiosa el misterio del nacimiento del Redentor.
Las luces son el signo de la luz que Cristo ha traído a la humanidad a través de su nacimiento para disipar las tinieblas del terror, de la tristeza y del pecado.
Dad testimonio en el propio ambiente de los valores de la vida, del amor y de la paz que cada año nos encomienda la Navidad."
(Papa Benedicto XVI, 17 de diciembre de 2010)

HISTORIA
 
Desde tiempos muy antiguos, los pueblos primitivos introducían en sus chozas las plantas de hojas perennes y flores, viendo en ellas un significado mágico o religioso. Los griegos y los romanos decoraban sus casas con hiedra. Los celtas y los escandinavos preferían el muérdago y muchas otras plantas de hoja perenne (como el acebo, el rusco, el laurel y las ramas de pino o de abeto) pues pensaban que tenían poderes mágicos o medicinales para las enfermedades.
En la cultura de los celtas, el árbol era considerado un elemento sagrado. Se sabe de árboles adornados y venerados por los druidas de centro-Europa, cuyas creencias giraban en torno a la sacralización de diversos elementos y fuerzas de la naturaleza. 

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Se celebraba el cumpleaños de Frey (dios del Sol y la fertilidad) adornando un árbol perenne, cerca de la fecha de la Navidad cristiana. El árbol tenía el nombre de Divino Idrasil (Árbol del Universo): en cuya copa se hallaba el cielo, Asgard (la morada de los dioses) y el Valhalla (el palacio de Odín), mientras que en las raíces profundas se encontraba el Helheim (reino de los muertos).
SAN BONIFACIO, OBISPO DEL SIGLO VIII
Una interesante tradición -en parte historia, en parte leyenda-, popular en Alemania, afirma que el árbol de Navidad se remonta al siglo VIII. San Bonifacio (675-754) era un obispo inglés que marchó a la Germania en el siglo VIII (concretamente a Hesse), para predicar la fe cristiana. Después de un duro período de predicación del Evangelio, aparentemente con cierto éxito, Bonifacio fue a Roma para entrevistarse con el papa Gregorio II (715-731).
A su regreso a Alemania, en la Navidad del año 723, se sintió profundamente dolido al comprobar que los alemanes habían vuelto a su antigua idolatría y se preparaban para celebrar el solsticio de invierno sacrificando a un hombre joven en el sagrado roble de Odín. Encendido por una ira santa, como Moisés ante el becerro de oro, el obispo Bonifacio tomó un hacha y se atrevió a cortar el roble sagrado. Hasta aquí lo que está documentado históricamente.
El resto pertenece a la leyenda que cuenta cómo, en el primer golpe del hacha, una fuerte ráfaga de viento derribó al instante el árbol. El pueblo sorprendido, reconoció con temor la mano de Dios en este evento y preguntó humildemente a Bonifacio cómo debían celebrar la Navidad.
El Obispo, continúa la leyenda, se fijó en un pequeño abeto que milagrosamente había permanecido intacto junto a los restos y ramas rotas del roble caído. Lo vio como símbolo perenne del amor perenne de Dios, y lo adornó con manzanas (que simbolizaban las tentaciones) y velas (que representaban la luz de Cristo que viene a iluminar el mundo). Como estaba familiarizado con la costumbre popular de meter en las casas una planta de hoja perenne en invierno, pidió a todos que llevaran a casa un abeto. Este árbol representa la paz, y por permanecer verde simboliza también la inmortalidad; con su cima apuntando hacia arriba, se indica, además, el cielo, la morada de Dios.
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EL PERDÓN



DEL RESENTIMIENTO AL PERDÓN, una puerta a la felicidad… Enójense pero sin pecar, que la puesta del sol no los sorprenda en su enojo.
El resentimiento es un sentimiento que aparece como una reacción negativa ante una ofensa recibida y que permanece en el interior de una persona de modo que la vuelve a vivir, a sentir una y otra vez e incluye un deseo de venganza. 
 
El perdón es la acción por la que una persona perdona a otro, renunciando a vengarse, o reclamar un justo castigo o restitución, optando por no tener en cuenta la ofensa en el futuro, de modo que las relaciones entre ofensor perdonado y ofendido perdonante no queden afectadas o queden menos afectadas. El perdonante no "hace justicia" con su concesión del perdón, sino que renuncia a la justicia al renunciar a la venganza, o al justo castigo o compensación, en aras de intereses superiores.
 

Afuera el resentimiento, ven a Jesús y pídele la sanación interior, fortaleza, decisión, humildad para perdonar y disfruta de la plena felicidad, del amor verdadero aun en medio de las dificultades. Dios te ama (Jn 3,16) y espera que vuelvas a él (Lc 15).
Para algunas personas perdonar es sinónimo de debilidad, a otras les parece un contrasentido porque la suponen como un atentado contra la justicia, hay quienes piensan que el perdón deba condicionarse al ajuste de cuentas o en el mejor de los casos a la rectificación del agresor. También existen quienes dicen que perdonan pero en el fondo no están dispuestos a olvidar o que les parezca razonable perdonar hasta un cierto límite porque de lo contrario resultaría intolerable o quien se considera incapaz de perdonar cierta ofensa aunque quisiera hacerlo. No podemos ocultar que el tema del perdón es difícil pero mucho más difícil es vivir resentidos, debemos reconocer que el perdón es uno de los medios más importantes para alcanzar la felicidad porque estabiliza el alma y llena de paz. 
¨No te dejes llevar del enojo, pues el enojo reside en el pecho de los necios¨. Ecl 7,9 
¿Estamos sentidos o somos resentidos?
Una persona esta sentida cuando por algún sentimiento concreto se encuentra interiormente dolida y permanece ese dolor dentro, cuando ese sentimiento se ha convertido ya en su forma de ser, cuando la persona no solo esta sentida sino que se siente con facilidad entonces es una persona resentida. Cuando alguien ya no solo está, sino que es una persona resentida sus acciones afloran continuamente y a veces en forma agresiva, incluso ante situaciones que no son ofensivas. Esto debido a situaciones que no se han aceptado y perdonado y es por ello que aparecen una y otra vez robando la paz del alma. 
PERDONAR Y OLVIDAR
¿Cómo puedo perdonar a esta persona si no puedo dejar de
sentir dolor por lo que me hizo?
Como decíamos perdonar no equivale a dejar de sentir, el perdón es un acto de voluntad porque consiste en una decisión. Para dejar de sentir los efectos de la ofensa debo de pedir a Dios su gracia. Una buena manera para contrarrestar los efectos de la ofensa consiste en darle un giro que le haga cambiar de signo. Por ejemplo: al sentir la herida podemos pensar en el daño que el otro se ha hecho así mismo al ofendernos y dolernos por él. Podemos también pedirle a Dios que le ayude a enmendar su acción errónea a pesar que estamos experimentando aun sus efectos, no está en nuestras manos no sentir la ofensa y olvidarla pero el corazón que se ofrece al espíritu santo cambia la herida en compasión y purifica su memoria convirtiendo la ofensa en intercesión. Perdonar exige la intención de restablecer a la amistad que se tenía con el otro antes de que se cometiera la ofensa, no basta cancelar la deuda y mantenerme al margen, es preciso que ningún sentimiento negativo ensombrezca la relación amorosa que existía. No se puede decir: te perdono pero de ahora en adelante guardemos nuestras distancias, a no ser que el ofensor continúe con su agresividad y entonces si es conveniente cortar por lo sano y mantener cierta distancia, pero consientes de que hicimos todo lo posible por restablecer la relación.
¿Por qué perdonar?
Dios nos ha perdonado y desea que tú hagas lo mismo así obtendrás la paz interior. Si no perdonas eres esclavo de tu odio y resentimiento, ellos serán la cárcel de tu alma. Es un requisito para recibir el perdón de Dios. “Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido” Mt 6,12. Jesús nos da el mayor ejemplo de perdón:
“Mientras tanto Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no
 saben lo que hacen” LC 23,34
El perdón produce grandes beneficios, tanto a nivel personal como en relación con los demás y con Dios. 
La felicidad Es una emoción que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una meta deseada.
La paz del corazón es la única paz que trae la felicidad, y esa paz del corazón es un don de Dios.