miércoles, 15 de marzo de 2017

Cuaresma

La Cuaresma ha sido, es y será un tiempo favorable para convertirnos y volver a Dios Padre lleno de misericordia.

  La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo. El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.
La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.


 La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.
Ayuno no sólo de comida y bebida, que también será agradable a Dios, pues nos servirá para templar nuestro cuerpo, a veces tan caprichoso y tan regalado, y hacerlo fuerte y pueda así acompañar al alma en la lucha contra los enemigos de siempre: el mundo, el demonio y nuestras propias pasiones desordenadas. Ayuno y abstinencia, sobre todo, de nuestros egoísmos, vanidades, orgullos, odios, perezas, murmuraciones, deseos malos, venganzas, impurezas, iras, envidias, rencores, injusticias, insensibilidad ante las miserias del prójimo.



domingo, 26 de febrero de 2017

Ls Eucaristía y el joven

La eucaristía es la consagración del pan en el cuerpo de Jesús y el vino en su sangre que es la renovación mística y sacramental del sacrificio que él hizo por nosotros , y esto es nombrado como el misterio de la transubstanciación ya que es cambiada la sustancia de los signos ya mencionados.  La mayoría de las personas cree que la eucaristía es solo cuando el sacerdote te da la ostia y la se desase en tu boca pero va más allá. La eucaristía es cuando el sacerdote bendice el vino y el pan de esta forma recordamos cuando nuestro señor Jesús bendijo el pan y el vino representándolo en su cuerpo y en su sangre para cenar con sus discípulos por última vez. 

Al recibir la ostia recordamos a Jesús consagrado y nuestra experiencia con el debe ser personal e íntima. Los jóvenes en la actualidad se han distraído con cada propaganda que le presenta el mundo olvidando que es lo que el realmente necesita, es por eso que lo pueden encontrar en la eucaristía y al recibir su cuerpo hablar con él. Tan solo te tomas 5 minutos al día inicias inspirando y a medida que vas respirando vas cerrando tus ojos. Puedes inicia agradeciendo todo aquello que tienes y luego le cuentas ese problema que te perturba, te darás cuenta que inmediatamente tus sentimientos se irán soltando y ese dolor que sentías se irá curando. Luego ve respirando poco a poco, toma un poco de agua y ve respirando. Termina agradeciéndole y pide para que todo mejore y colócalo en manos de Dios. 
Esto que acabas de leer es una oración que la puedes hacer después de recibir la Hostia consagrada. Te invito a que no sólo te quedes con esa oración sino que vivas la misa de los domingo y te acerques al sagrario y recuerdes que él está ahí escuchándote y tiene a su lado una luz muy pequeña pero te indica que el está vivo y vive en ti.

Hoy te regalo este hermoso mensaje sacado del libro sagrado la Biblia:"Con ansias he deseado comer esta pascua con ustedes" LC. 22, 15. Feliz y bendecido día a todas las personas que leen.

martes, 24 de enero de 2017

La Vocación

Todos somos llamados a la santidad y a la misión
Cristo llama a "cambiar" de vida y de mentalidad, para "creer en el Evangelio" (Mc 1,15). Esta llamada incluye un "seguimiento" a modo de relación personal con él, con disponibilidad de "renuncia" a todo cuanto pueda impedir la fidelidad
al evangelio (Mt 16,24). Cuando envió a los Apóstoles a proclamar el mensaje cristiano a toda la humanidad, la llamada ha aceptar la fe incluía la recepción del bautismo (Mt 28,19-20).
La llamada de Jesús es para vivir su mensaje de las "bienaventuranzas" (Mt 5) y del mandato del amor (Jn 13,3435). La pauta de toda vocación cristiana sigue siendo la llamada a los Apóstoles "Llamó a los que quiso (por iniciativa suya), para estar con él (relación y seguimiento) y para enviarlos a predicar (misión)" (Mc 3,13-14).
Esta vocación es una llamada a la santidad y misión, para ser "sal de la tierra y luz del mundo" (Mt 5,13-16). La "prenda" del Espíritu, recibido en el bautismo, hace posible el "plan" de Dios sobre una vida "santa" y sobre el compromiso de "recapitular todas las cosas en Cristo" (Ef 1,6-14).
Respuesta y diversidad vocacional 
La personalidad humana y cristiana se realiza y desarrolla en la fidelidad generosa a la vocación. Entonces se encuentra y vive la identidad, como armonía de criterios, escala de valores y actitudes respecto a la propia vocación. Aunque todos los cristianos están "llamados a la perfección de la caridad" (LG 40) y a colaborar en la evangelización, como "deber fundamental del Pueblo de Dios" (AG 35; cfr. LG 17), hay que reconocer la diversidad de vocaciones y carismas para "formar un solo cuerpo" (Col 3,15; cfr. Rom 12; 1Cor 12). Ordinariamente se concreta esta diversidad en tres estados de vida
(laical, sacerdotal, vida consagrada), con aplicaciones diferenciadas o "carismas", tanto en el camino de la santidad (matices en la oración, virtudes, fraternidad), como en el campo de los servicios o ministerios (proféticos, cultuales y diaconales o de servicios de caridad).
Discernimiento, fidelidad y formación
La fidelidad generosa se expresará en el gozo de la decisión y de la donación, y en la convicción de saberse realizado en la identidad de la propia vocación. Equivale al gozo de saberse amado por Cristo y capacitado para amarle y hacerle amar. Toda vocación cristiana concreta su fidelidad en la relación personal con Cristo, en el compartir su misma vida, en la vida fraterna y en la disponibilidad evangelizadora. El proceso de formación vocacional tiende principalmente a conseguir esta fidelidad generosa en el campo de la santificación y de la misión. 
 Uno de los grandes retos al que cada joven debe hacer frente es el de encontrar su lugar en la sociedad y en la Iglesia
Siete pasos para discernir mejor
1. ORACIÓN: "¿Qué debo hacer, Señor?" (Hch 22,10).
La Vocación no es sólo lo que tú quieres ser y hacer, es ante todo lo que Dios quiere que tú seas y hagas; no es algo que tú inventas, es algo que encuentras; no es el proyecto que tú tienes sobre ti mismo, es el proyecto que Dios tiene sobre ti y que tú debes realizar.
Por eso, para descubrir tu vocación, lo primero que debes hacer es dialogar con Dios: orar. Sólo mediante la oración podrás encontrar lo que Dios quiere de ti. En la oración, el Espíritu Santo afina tu oído para que puedas escuchar: "Habla, que tu siervo escucha" (I Sam 3,10).
Sólo en el diálogo con Jesús podrás oír su voz que te llama: "ven y sígueme"(Lc 18,22); o bien, escucharás que te dice: "vuelve a tu casa y refiere lo que Dios ha hecho por ti" (Lc. 8,38).
 

2. PERCEPCIÓN: "Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos y aunque yo hacía esfuerzos por ahogarlo, no podía" (Jr 20,9). Para poder descubrir lo que Dios quiere de ti, tienes que aprender a escuchar, estar atento, experimentar. Para esto, necesitas saber hacer silencio en torno a ti y en tu interior. El ruido te impedirá percibir. Está atento a todo, a tus deseos, a tus miedos, a tus inquietudes, a tus proyectos. Escucha a todos: a los que aprueban tu inquietud, a los que la critican.
Dios se vale de diversos intermediarios para hacerte oír su voz. Escúchate a ti mismo: ¿A qué se inclina tu corazón ? ¿Qué es lo que anhelas? Aprende a mirar a los hombres que te rodean, ¿qué te está diciendo Dios a través de su pobreza, de su ignorancia, de su dolor, de su esperanza, de su necesidad de Dios? Escucha al Padre que, a través de la historia concreta de los hombres, te revela manera como quiere que colabores en la instauración del Reino.
Solo si aprendes a escuchar, a mirar y a estar atento, podrás descubrir los signos de la llamada de Dios.
En este nivel podrás llegar a decir: "Tal vez Dios me esté llamando" ,"siento la inquietud de consagrar mi vida a Dios"
3. INFORMACIÓN: Los caminos para realizar la vocación consagrada son múltiples. No es suficiente querer entregar tu vida a Dios y desear dedicarte al servicio de tus hermanos. Es necesario saber dónde quiere Dios que tú lo sirvas. Tal vez quiere que lo sirvas como sacerdote, o como miembro de una congregación religiosa. Para descubrir el lugar en que Dios quiere que estés, es necesario que conozcas las diversas vocaciones. Debes saber cuál es la espiritualidad que viven los sacerdotes diocesanos o las diferentes congregaciones, y que veas por cuál de ellas te sientes atraído. También tienes que conocer cuál es su estilo as vida, es decir, la manera cómo viven en la práctica: No es lo mismo una congregación contemplativa, que una de vida apostólica.

4. REFLEXIÓN: La vocación es una empresa demasiado grande; ¡y es para toda la vida! Por eso, no te puedes lanzar a ella sin antes haber reflexionado seriamente, y con la debida calma, sobre ti y sobre la vocación que pretendes seguir.Debes reflexionar sobre cuáles son tus capacidades y limitaciones; serás capaz de ser fiel a los compromisos que implica la vocación; en qué signos concretos te basas para pensar que Dios te llama; que es lo que más temes de la vocación; cuáles son las razones en favor y en contra que tienes para emprender ese camino; qué es lo que te atrae de ese estado de vida, y qué es
lo que te gusta de él.
Lo que encontrarás serán signos que te indiquen cuál podría ser la voluntad de Dios; signos que deberás descifrar para así tener la certeza (más no la "evidencia") de su llamado. En este nivel llegarás a decir; "creo que Dios me llama "; "creo que, con la ayuda de Dios, podré responder".
5. DECISIÓN: Tomar tal decisión es difícil. Ante la opción sentirás todos tus miedos, incertidumbres y limitaciones: "¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho" (Jr 1,7). Y sin embargo, a pesar de todas tus limitaciones, o mejor, con todas ellas, has de responder al Señor, como Isaías: "Aquí estoy, envíame" (Is 6,8); debes decidirte como María: "Aquí está la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que has dicho" (Lc 1,38).

No afrontar la decisión equivale a dejar correr tu vida, desperdiciarla. Para iniciar el camino de la vocación, no esperes tener la evidencia de que Dios te llama; te debe bastar tener la certeza moral en su llamado. Es necesario querer seguir radicalmente a Jesucristo: "Sí, quiero seguirte ". Tal vez tengas dudas si llegarás al final, si podrás con las exigencias, pero de lo que no puedes dudar es de tu decisión; debes estar seguro de lo que tú quieres.

6. ACCIÓN: "Jesús los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su Padre lo siguieron" (Mt 4, 21-22). Una vez decidido, ¡lánzate! No te dejes vencer por el miedo; lánzate con miedo. La decisión se debe concretizar en la acción. Debes poner todos los medios que estén a tu alcance para realizar lo que has
decidido. No cedas a la tentación de diferir el ingreso: "...Te seguiré, Señor. Pero déjame primero... " (Lc 9, 59-61).
Con la decisión has comprometido todos los momentos posteriores; ahora se trata de buscar cómo ser fiel. La única manera de realizar el proyecto de Dios es la fidelidad de cada día. Tienes que vivir todo momento en coherencia con lo que has decidido; cada paso debe ir dirigido hacia la meta.Y, ¿cuando venga la dificultad? Perseverar. El camino emprendido es difícil. Hay que estar dispuesto a todo, pasar por lo que sea, a enfrentar cualquier dificultad. Jesús no te ofrece otra cosa; "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame" (Lc 9,23).
7. DIRECCIÓN ESPIRITUAL: En realidad, la dirección espiritual no es un paso más en el proceso de discernimiento de tu vocación; es un recurso que debe
estar presente en cada uno de los pasos anteriores. El guía espiritual te motivará a orar y estar abierto a percibir los signos de la voluntad de Dios; te indicará donde obtener la información y te ayudará a reflexionar. Te dejará sólo ante Dios para que libremente decidas tu vida. Te ayudará a que te prepares convenientemente para ingresar en la institución formativa. Su oración y sacrificio por ti te alcanzarán del Espíritu Santo la luz para que descubras tu vocación y la fuerza para seguirla. 
En el discernimiento de la voluntad de Dios sobre ti. No puedes prescindir de la mediación de la Iglesia.
Discernir lo que Dios quiere de ti, no es fácil, pero tampoco es algo imposible. Si con sinceridad y humildad te pones a buscar la voluntad de Dios, y realizas los pasos que aquí te sugiero creo que podrás encontrarlo.


 

martes, 13 de diciembre de 2016

ÁRBOL DE NAVIDAD


"El árbol de Navidad enriquece el valor simbólico del belén, que es un mensaje de fraternidad y de amistad; una invitación a la unidad y a la paz; una invitación a dejar sitio, en nuestra vida y en la sociedad, a Dios, que nos ofrece su amor omnipotente a través de la frágil figura de un Niño, porque quiere que respondamos libremente a su amor con nuestro amor. 
 El belén y el árbol traen por tanto un mensaje de esperanza y de amor, y ayudan a crear el clima propicio para vivir en la justa dimensión espiritual y religiosa el misterio del nacimiento del Redentor.
Las luces son el signo de la luz que Cristo ha traído a la humanidad a través de su nacimiento para disipar las tinieblas del terror, de la tristeza y del pecado.
Dad testimonio en el propio ambiente de los valores de la vida, del amor y de la paz que cada año nos encomienda la Navidad."
(Papa Benedicto XVI, 17 de diciembre de 2010)

HISTORIA
 
Desde tiempos muy antiguos, los pueblos primitivos introducían en sus chozas las plantas de hojas perennes y flores, viendo en ellas un significado mágico o religioso. Los griegos y los romanos decoraban sus casas con hiedra. Los celtas y los escandinavos preferían el muérdago y muchas otras plantas de hoja perenne (como el acebo, el rusco, el laurel y las ramas de pino o de abeto) pues pensaban que tenían poderes mágicos o medicinales para las enfermedades.
En la cultura de los celtas, el árbol era considerado un elemento sagrado. Se sabe de árboles adornados y venerados por los druidas de centro-Europa, cuyas creencias giraban en torno a la sacralización de diversos elementos y fuerzas de la naturaleza. 

Resultado de imagen para divino idrasil
Se celebraba el cumpleaños de Frey (dios del Sol y la fertilidad) adornando un árbol perenne, cerca de la fecha de la Navidad cristiana. El árbol tenía el nombre de Divino Idrasil (Árbol del Universo): en cuya copa se hallaba el cielo, Asgard (la morada de los dioses) y el Valhalla (el palacio de Odín), mientras que en las raíces profundas se encontraba el Helheim (reino de los muertos).
SAN BONIFACIO, OBISPO DEL SIGLO VIII
Una interesante tradición -en parte historia, en parte leyenda-, popular en Alemania, afirma que el árbol de Navidad se remonta al siglo VIII. San Bonifacio (675-754) era un obispo inglés que marchó a la Germania en el siglo VIII (concretamente a Hesse), para predicar la fe cristiana. Después de un duro período de predicación del Evangelio, aparentemente con cierto éxito, Bonifacio fue a Roma para entrevistarse con el papa Gregorio II (715-731).
A su regreso a Alemania, en la Navidad del año 723, se sintió profundamente dolido al comprobar que los alemanes habían vuelto a su antigua idolatría y se preparaban para celebrar el solsticio de invierno sacrificando a un hombre joven en el sagrado roble de Odín. Encendido por una ira santa, como Moisés ante el becerro de oro, el obispo Bonifacio tomó un hacha y se atrevió a cortar el roble sagrado. Hasta aquí lo que está documentado históricamente.
El resto pertenece a la leyenda que cuenta cómo, en el primer golpe del hacha, una fuerte ráfaga de viento derribó al instante el árbol. El pueblo sorprendido, reconoció con temor la mano de Dios en este evento y preguntó humildemente a Bonifacio cómo debían celebrar la Navidad.
El Obispo, continúa la leyenda, se fijó en un pequeño abeto que milagrosamente había permanecido intacto junto a los restos y ramas rotas del roble caído. Lo vio como símbolo perenne del amor perenne de Dios, y lo adornó con manzanas (que simbolizaban las tentaciones) y velas (que representaban la luz de Cristo que viene a iluminar el mundo). Como estaba familiarizado con la costumbre popular de meter en las casas una planta de hoja perenne en invierno, pidió a todos que llevaran a casa un abeto. Este árbol representa la paz, y por permanecer verde simboliza también la inmortalidad; con su cima apuntando hacia arriba, se indica, además, el cielo, la morada de Dios.
Resultado de imagen para san bonifacio y el arbol de navidad
  

EL PERDÓN



DEL RESENTIMIENTO AL PERDÓN, una puerta a la felicidad… Enójense pero sin pecar, que la puesta del sol no los sorprenda en su enojo.
El resentimiento es un sentimiento que aparece como una reacción negativa ante una ofensa recibida y que permanece en el interior de una persona de modo que la vuelve a vivir, a sentir una y otra vez e incluye un deseo de venganza. 
 
El perdón es la acción por la que una persona perdona a otro, renunciando a vengarse, o reclamar un justo castigo o restitución, optando por no tener en cuenta la ofensa en el futuro, de modo que las relaciones entre ofensor perdonado y ofendido perdonante no queden afectadas o queden menos afectadas. El perdonante no "hace justicia" con su concesión del perdón, sino que renuncia a la justicia al renunciar a la venganza, o al justo castigo o compensación, en aras de intereses superiores.
 

Afuera el resentimiento, ven a Jesús y pídele la sanación interior, fortaleza, decisión, humildad para perdonar y disfruta de la plena felicidad, del amor verdadero aun en medio de las dificultades. Dios te ama (Jn 3,16) y espera que vuelvas a él (Lc 15).
Para algunas personas perdonar es sinónimo de debilidad, a otras les parece un contrasentido porque la suponen como un atentado contra la justicia, hay quienes piensan que el perdón deba condicionarse al ajuste de cuentas o en el mejor de los casos a la rectificación del agresor. También existen quienes dicen que perdonan pero en el fondo no están dispuestos a olvidar o que les parezca razonable perdonar hasta un cierto límite porque de lo contrario resultaría intolerable o quien se considera incapaz de perdonar cierta ofensa aunque quisiera hacerlo. No podemos ocultar que el tema del perdón es difícil pero mucho más difícil es vivir resentidos, debemos reconocer que el perdón es uno de los medios más importantes para alcanzar la felicidad porque estabiliza el alma y llena de paz. 
¨No te dejes llevar del enojo, pues el enojo reside en el pecho de los necios¨. Ecl 7,9 
¿Estamos sentidos o somos resentidos?
Una persona esta sentida cuando por algún sentimiento concreto se encuentra interiormente dolida y permanece ese dolor dentro, cuando ese sentimiento se ha convertido ya en su forma de ser, cuando la persona no solo esta sentida sino que se siente con facilidad entonces es una persona resentida. Cuando alguien ya no solo está, sino que es una persona resentida sus acciones afloran continuamente y a veces en forma agresiva, incluso ante situaciones que no son ofensivas. Esto debido a situaciones que no se han aceptado y perdonado y es por ello que aparecen una y otra vez robando la paz del alma. 
PERDONAR Y OLVIDAR
¿Cómo puedo perdonar a esta persona si no puedo dejar de
sentir dolor por lo que me hizo?
Como decíamos perdonar no equivale a dejar de sentir, el perdón es un acto de voluntad porque consiste en una decisión. Para dejar de sentir los efectos de la ofensa debo de pedir a Dios su gracia. Una buena manera para contrarrestar los efectos de la ofensa consiste en darle un giro que le haga cambiar de signo. Por ejemplo: al sentir la herida podemos pensar en el daño que el otro se ha hecho así mismo al ofendernos y dolernos por él. Podemos también pedirle a Dios que le ayude a enmendar su acción errónea a pesar que estamos experimentando aun sus efectos, no está en nuestras manos no sentir la ofensa y olvidarla pero el corazón que se ofrece al espíritu santo cambia la herida en compasión y purifica su memoria convirtiendo la ofensa en intercesión. Perdonar exige la intención de restablecer a la amistad que se tenía con el otro antes de que se cometiera la ofensa, no basta cancelar la deuda y mantenerme al margen, es preciso que ningún sentimiento negativo ensombrezca la relación amorosa que existía. No se puede decir: te perdono pero de ahora en adelante guardemos nuestras distancias, a no ser que el ofensor continúe con su agresividad y entonces si es conveniente cortar por lo sano y mantener cierta distancia, pero consientes de que hicimos todo lo posible por restablecer la relación.
¿Por qué perdonar?
Dios nos ha perdonado y desea que tú hagas lo mismo así obtendrás la paz interior. Si no perdonas eres esclavo de tu odio y resentimiento, ellos serán la cárcel de tu alma. Es un requisito para recibir el perdón de Dios. “Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido” Mt 6,12. Jesús nos da el mayor ejemplo de perdón:
“Mientras tanto Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no
 saben lo que hacen” LC 23,34
El perdón produce grandes beneficios, tanto a nivel personal como en relación con los demás y con Dios. 
La felicidad Es una emoción que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado una meta deseada.
La paz del corazón es la única paz que trae la felicidad, y esa paz del corazón es un don de Dios.